Hoy he acabado una de esas obras que todo modelista tiene en la recámara, empezadas desde hace tiempo, y que no termina por multitud de razones.
Se trata de una escena de artillería carlista de la primera guerra, pongamos 1834, en el cerco de alguna localidad del norte.
Tenía yo un cañón de 12 libras de muy buena factura, a pesar de haber sido adquirido con uno de esos fascículos de quiosco, y siempre lo imaginaba rodeado de sus artilleros en una acción de campaña.
Las figuras son transformaciones que he elaborado a partir de piezas de Carlistas de Antón en metal blanco, el terreno es de masilla epoxídica, y todo el conjunto ha sido pintado con acrílicos.
No he quedado del todo satisfecho, pero había que acabarlo ya.
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